viernes, 29 de marzo de 2013

La palabra del dolor Físico

"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: "Tengo sed.Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca". Juan 19:28-29.

Entre el versículo 27 y 28 tenemos indudablemente las tres horas de tinieblas -desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde- y fue durante este tiempo que Jesús fue abandonado, separado de Dios sufriendo la pena por nuestros pecados.
Su clamor era "tengo sed", esto indicaba una sed real. física que nacía del cuerpo del Dios del universo ahora encarnado, sufriendo para llevar a cabo la obra más gloriosa cual nunca nadie podría haber hecho por la humanidad.

Y, al verlo ahí clavado, clamando por una de sus necesidades físicas, la sed, también podemos verlo- si hay un corazón sensible en nosotros- clamar con una sed espiritual mayor que la física, una sed de salvación por las almas.
Aquel que como oveja fue llevado al matadero según Isaías 57:1a y 3, angustiado, afligido y en silencio delante de sus ejecutores, dispuesto a cumplir la voluntad del Padre, ahora se encontraba en medio del tormento físico clamando para que le fuera satisfecha se sed, pero no hubo nadie, ni aún los mismos soldados que lo custodiaban y aunque le dieron vinagre y el lo tomó (29-30 de Juan 19), no marcaba el final de sus sed humana sino el cumplimiento de su sed espiritual, la salvación por las almas estaba siendo saciada.
Pero ahora el está vivo y reina para que la sed del mundo sea satisfecha, aquel al que no se le satisfizo su necesidad, ahora, otorga el agua que quita la profunda sed que el pecado ha dejado en los seres humanos:

sed de ser amados, de ser perdonados de ser protegidos, amparados, alimentados y sobre todo la sed de tener parte en la Gloria de Dios. Profeticamente en Isaías 55: 1a y 3 dice: " a todos los sedientos, venid a las aguas---Inclinad vuestro oído y venid a mí; oíd; y vivirá vuestra alma" y estas palabras hacen eco en nosotros al leer en Juan 4:14 en el encuentro de Jesús con la mujer samaritana " más el que bebiere del agua que yo le daré: no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré, será en el una fuente de agua que salte para vida eterna.
Demos gracias a Dios porque ha movido nuestro corazón con su gracia y con la fe que viene del cielo para responder a esa sed consumada de salvación en la obra de Cristo, pero aún más, pidamos que el compromiso de fe que tenemos con el, cada día sea más firme en hacer la voluntad del Padre como Cristo nos enseñó a hacerla hasta el final muriendo por todos en tan cruento sacrificio.


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